España
tuvo que llegar hasta la prórroga y marcar en el minuto 116 para
asegurarse la corona ante una áspera y sumamente difícil Holanda.
Ficha técnica.
Resultado:
Holanda, 0; España, 1 (Iniesta).
Goles.
0-1 (116’).- Colada larga de Navas, que se va al centro, cede a Cesc y éste a Iniesta, que bate por bajo a Stekelenburg.
0-1 (116’).- Colada larga de Navas, que se va al centro, cede a Cesc y éste a Iniesta, que bate por bajo a Stekelenburg.
Equipos:
Holanda: Stekelenburg; Van der Wiel (Elia, 70’),
Heitinga (Braafheid, 105’), Mathijsen, Van Bronckhorst; De Jong (Van
der Vaart, 100’), Van Bommel, Sneijder, Kuyt; Robben y Van Persie.
España: Casillas; Ramos, Piqué, Puyol, Capdevila;
Busquets; Pedro (Navas, 59’), Xabi Alonso (Cesc, 86’), Xavi Hernández,
Iniesta; Villa (Torres, 106’).
Árbitro.- El colegiado inglés Howard Webb. Expulsó por doble cartulina a Heitinga a los 109’, tras haberle amonestado a los 56’. Amonestó a Van Persie (15’) y llamó al orden al capitán holandés, tras la sexta falta. Amarillas, también, para Puyol (17’), Van Bommel (22’), Sergio Ramos (23’), De Jong (28’), Van Bronckhorst (53’), Capdevila (67’), Robben (83’) y Van der Wiel (111’), Mathijsen (116’), Iniesta (117’) y Xavi (121’).
Incidencias.- Estadio Soccer City de
Johannesburgo. Lleno a rebosar dos horas antes de comenzar el
encuentro. A las seis y media de la tarde dio comienzo un espectáculo,
que inició Shakira y que concluyó a las 19, 15 cuando Nelson Mandela,
de 92 años, saludó a los espectadores, tras un breve recorrido en un
pequeño vehículo. Joseph S Blatter, presidente de FIFA, y Jerome
Välcke, secretario general le recibieron y despidieron al borde del
terreno de juego. Asistieron al partido Su Majestad la Reina doña
Sofia; los Príncipes de Asturias, don Felipe y doña Letizia; el
presidente de Sudáfrica, Jakob Zuma; los Príncipes de Orange, Guillermo
y Máxima; el ex secretario general de la ONU, Koffi Annan; el
presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge; el
secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky; Michel
Platini, presidente de la UEFA;
El presidente de la RFEF, Ángel Villar
y dirigentes de clubes y territoriales españoles; Pau Gasol y Rafael
Nadal; la actriz Charlize Theron y el actor Morgan Freeman; Plácido
Domingo…. Más holandeses que españoles en las gradas, en las que los
“neutrales” se decantaron casi masivamente por España. La selección
vistió camiseta y calzón azules. Fabio Cannavaro, capitán de la
selección italiana que ganó el Mundial 2006, salió al campo poco antes
de empezar el partido, mostrando el Trofeo que se iba a disputar y que
iba a cambiar de dueño. Jakob Zuma, Joseph S Blatter y los presidentes
de las federaciones de Holanda y España saludaron uno a uno a todos los
jugadores, titulares y suplentes, instantes antes de comenzar la final.
Asistieron al partido 84.490 espectadores.
El fútbol es lo que es y, por lo general, suele
ser justo. Justo con aquellos que lo intentan; justo con los que lo
buscan; justo con los que sufren, lo ordenan y lo trabajan; justo con
los mejores, en fin. Acaban de abrazarme dos voluntarias negras que han
cantado el final del partido como si en él les hubiera ido la vida, que
nada tienen que ver con la selección española, ni con sus destinos,
pero que han quedado embrujadas con el juego de esta generación de
jugadores, la mejor en nuestra historia del fútbol y que acaba de
proclamarse campeona del mundo en Johannesburgo, causando, a su vez la
mayor alegría colectiva que el fútbol ha proporcionado a nuestro país
en sus cien años de vida. Repiquen, pues, las campanas en los
campanarios; échense a la calle a celebrar la gesta; disfruten con esta
victoria; lloren los que tengan que llorar, sin vergüenza, con orgullo,
con rabia, de alegría; no guarden un milígramo de la inmensa alegría
que produce esta victoria mágica que premia a los mejores del mundo
durante dos años (2008/10)l pues el triunfo se ha labrado, cerrado y
conseguido ante un adversario que no ha reparado en dificultades, al
extremo de tener que llegar al minuto 116 de la final para asegurar el
triunfo, tras una colada velocísima de Navas, un pase de Iniesta y un
remate cruzado de Iniesta. 116 minutos de sufrimiento y de esperanza;
de júbilo final; de sobresaltos, sufrimientos y asperezas que hacen de
esta España una España todavía más grande.
Una final de un Mundial es un asunto de
tal enjundia que hay pocas en las que queden cabos sin atar. Pasará lo
que pase en ellas, pero todos los que las disputan saben perfectamente
qué hacer y cómo hacerlo. En ocasiones lo que unos intentan es ofrecer
el mejor fútbol posible, y el que saben, mientras sus rivales siembran
de espinas el camino, segando cuanto encuentran por el camino. Del
Bosque jugó a que los suyos construyeran lo que les ha convertido en
referentes y admirados, y su colega, a colocar toda suerte de
obstáculos de modo que ni un sólo español pudiera superarlos. De Jong
se pegó como una lapa a Xavi y luego lo hicieron Van Bommel y Sneijder,
en otro de los infernales marcajes a que ha sido sometido el pivote
sobre el que gira el juego de España. A su vez, todos y cada uno de los
españoles empezaron a padecer un acoso agobiante de sus respectivos
pares. Van Marwijk no tenía inconveniente alguno en mostrar sus cartas:
robar el balón y contragolpear con peligro por las bandas, Robben y
Kuyt, para servir a Van Persie. No le importaba que España tuviera el
balón y que le incomodara la posesión hasta medio campo. Todo pudo
írsele al traste, sin embargo, cuando al lanzamiento de una falta,
Sergio Ramos estuvo a punto de marcar a los 3 minutos de juego. Su
testarazo lo rechazó Stkelenburg. Siete después, tras una acción
Villa-Iniesta-Ramos, el remate cruzado de éste lo sacó un defensa bajo
los palos. A los 11’, Villa enganchó un centro cruzado, enviando el
“Jabulani” al lateral derecho de la red holandesa. Todo parecía seguir
su curso.
No era ficción. A pesar de la acumulación
defensiva de Holanda, España había llegado con notable peligro en tres
ocasiones antes de que estuviéramos metidos en la final. Dudo que
Holanda contara con ello. Ni siquiera algunas brusquedades innecesarias
de Van Persie y Van Bommel lo habían impedido, aunque en la sexta de
ellas el árbitro amonestó al díscolo ariete y llamó a capítulo al
capitán de la “naranja”. Holanda, atados Robben y Kuyt, sólo respondió
a ese trío de oportunidades con una falta botada por Robben, que
Casillas atajó con solvencia, en un partido que Holanda jugó siempre en
“segunda”, esperando su momento. Van Bommel lo encontró a los 23,
derribando aparatosamente a Iniesta, en lo que era una clara intención
de agriar el duelo, colocando el partido en una fase árida, de choques,
parones y nervios que no era buena para España. Una fase de cortar el
juego, ahogar el medio campo y presionar con mucha intensidad y
velocidad, en la que no faltaron, repito, ciertas brusquedades
previsibles, pero que no encajaba con el histórico buen gusto holandés
por el fútbol. No obstante era normal. Ni Van Markwijk ni los suyos
trataban de ser elegantes y fieles a un estilo, sino de ganar. Holanda
era, en fin, una réplica de Suiza y, sobre todo, de Paraguay. Tenía el
partido frenado, pesado, oscuro y durante la segunda parte de la
primera mitad, controlado. Sin crear peligros extremos, es verdad, pero
sin sufrirlos. Hasta que Robben obligó a Casillas a sacar un balón que
se colaba al borde del descanso.
España necesitaba otras cosas para
devolver el choque a su orden natural, a los espacios en los que se
mueve con magia, a los en los que toca como nadie, al dominio de la
técnica que suele ser lo que decide quien tiene más posibilidades de
ganar. Holanda las había anulado como un “pitbull”, excediéndose a
veces, pero sin llegar a padecer el acoso constante de España, que era,
en definitiva, el primero de sus objetivos, reducido al del primer
cuarto de la primera mitad. De una forma o de otra, la “naranja” había
cerrado las rutas que llevaban hasta Stekelenburg por lo que era
preciso encontrar alternativas. Eran claras: velocidad en el
desplazamiento del balón, controlarlo y recuperarlo, claro, a lo que
sólo llegaron a veces Xabi, Xavi, Iniesta y Pedro, condenando, de esa
manera, a Villa, pero el rival no estaba, ni mucho menos, por la labor
de facilitar esa tarea. Sus amenazas ofensivas cerca del descanso lo
demostraban claramente.
Cuando un enemigo, y Holanda lo fue en toda la
extensión de la palabra, bien situado, firme en lo táctico y en lo
físico, se convierte en insoportablemente incómodo las dudas surgen
inevitablemente. Los jugadores no son de piedra y los chicos de Van
Markwijk debían saberlo. Su rosario de incorrecciones, faltas al
Reglamento, no menguaron tras el descanso, sino que se acentuaron en
cuanto vieron que España volvía a tocar, a lo que no estaban dispuestos
en absoluto. A Holanda no le costaba nada crispar el partido, es más,
lo deseaba, llegando incluso al extremo de irritar a quien no se irrita
casi nunca, Vicente del Bosque, porque lo que seguía buscando era el
desequilibrio emocional de su adversario. Tuvo incluso en sus pies la
ocasión de ponerse por delante cuando Robben, el más habilidoso,
certero y penetrante de sus atacantes se plantó sólo ante Casillas. Era
una de esas oportunidades que Arjen no suele fallar o que no falla si
no está Iker delante. Pero estaba. Casillas aguantó lo indecible y
desvió ligeramente el balón con su pierna derecha. A los 56’, buscando
darle al equipo más velocidad en banda, Del Bosque recurrió a Navas y
retiró a Pedro, que diez antes no había llegado por poco a una balón
que había desviado de cabeza Puyol a saque de córner por Xabi. En el
69, Villa tuvo en sus pies el gol, aunque su remate a dos palmos de la
línea lo sacó un defensa. Robben a los 82’ volvió a rondar la diana,
pero Iker estuvo más rápido. Era, en resumen, eso lo único que buscaba
la “naranja”, muy pertrechada en todo lo defensivo y amenazante en
cuanto surgía la más mínima ocasión. En ese aspecto, y si no hubiera
sido por sus irregularidades constantes, habría que decir que no hacía
sino lo que buscaba. Una excusa porque haciéndolo conseguía que no
jugara su rival por lo civil o por lo que no lo era.
El partido alcanzó una inesperada
prórroga, que añadía dramatismo a una final de corte imprevisto. A los
95’, Cesc tuvo el triunfo en sus botas, colándose, pero una pierna de
Stekelenburg frustró la mejor oportunidad de España. La final de
finales sumaba a la épica del partido condicionantes inesperados, con
el cansancio ya acumulado en las piernas de todos. Por eso no llegó
Iniesta en una colada con visos de mortal a los 99’, aunque sí un
defensa “naranja” para cruzarse en un disparo de Navas a los 101, que
desvió con el portero holandés semi batido. A los 111’, poniendo cúmulo
a un sin fin de faltas holandeses, el árbitro no tuvo más remedio que
expulsar a Van der Wiel. Cinco minutos después llegó el encumbramiento
de la selección, de sus técnicos, con el golazo de Iniesta, que ya es
el mejor de nuestra historia, la rúbrica a un equipo que nos llena de
eso tan íntimo que se llama orgullo de ser español y de tenerles a
ellos defendiéndolo.
Llevábamos tanto esperando…
Fuente:www.rfef.es
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